2005-02-08

La princesa triste y León Felipe

El otro día en el texto que comente aquí mismo, Carta a Hipatia, Carlos Sánchez Almeida comentaba lo siguiente:

“A raíz de la caída de Málaga durante la Guerra Civil, el poeta León Felipe escribió un poema titulado “La insignia”. En su preámbulo escribió la más bella definición del copyleft que he podido encontrar:
“Este poema se inició a raíz de la caída de Málaga y adquirió esta expresión después de la caída de Bilbao. Así como va aquí es la última variante, la más estructurada, la que prefiere y suscribe el autor. Y anula todas las demás anteriores que ha publicado la prensa. No se dice esto por razones ni intereses editoriales. Aquí no hay Copyright. Se han impreso quinientos ejemplares para tirarlos al aire deValencia y que los multiplique el viento."
Que incómodos nos hacen sentir la gente a la cual no se le puede poner etiquetas. León Felipe un tipo raro, incomodo. Sí, que maravilla la generación del 27, su compromiso político y por supuesto, su agnosticismo militante... ¿Pero a este León Felipe inclasificable que “tag” le ponemos?
Editorial Visor publica ahora sus “Poesías Completas”, Edición de José Paulino; pues bien Miguel García-Posadas, en Blanco y Negro Cultural (29-1-2005), pretendiendo hacer una crítica feroz, (García, son los leones los que rugen) pone al poeta en su verdadera dimensión:

¿Cabe ser poeta y elocuente? En su juventud León Felipe creía que no: “Más bajo,
poetas, más bajo... / no lloréis tan alto, / no gritéis tanto...” y pedía a sus versos: “Que os guíe Dios y os libre de la declamación ...” Pero eso era en su primera etapa, antes de descubrir a Walt Whitman y la Biblia, y creerse la encarnación de Prometeo y del profeta a la usanza hebraica, convertido el poeta en conductor de pueblos y en el “gran responsable” de sus destinos
No queda muy claro que es lo que incomoda a García, si Whitman??, la Biblia (¿Desechamos a los místicos españoles que se inspiraron en el “libro hebreo” Cantar de los Cantares?), la naturaleza prometeica de la poesía, pobre del poeta que no la tenga, o la empanada mental que tiene con el profeta a la “usanza hebraica” como “gran responsable” de los destinos del pueblo ¿De donde sacas eso García? el profeta “a la usanza hebraica” es atalaya, advierte al pueblo, lleva la Palabra de Dios, y acaba lapidado, o aserrado, o encarcelado, o decapitado, pero indefectiblemente muerto.
Sigue García:

El desastre español de la década del treinta, que hizo del autor uno de los mitos de la resistencia, en especial por su llamamiento poemático a la unidad republicana, resumido en su celebre “la insignia”, implementó esas creencias y llevó a León Felipe a cultivar a una suerte de discurso profético: un discurso oratorio, elocuente, sí, en largos versículos y en dilatada prosa poemática, que convirtío su poesía en la antítesis de la que él queria hacer, y de hecho hizo, en sus comienzos como poeta. Una poesía esta que Juan Ramón Jiménez calificaba, en su póstumo “Tiempo”, de “salmo demagogosinagogo del sofoco ¡triste España! con jipío, pataleta, berrido y espumarajo generales y pañuelo de la nariz colgando”
Por mucho que diga García, yo creo que Leon Felipe hizo exactamente la “poesía” que pretendía hacer. En cuanto a lo de Juan Ramón, mucho me temo que fue Platero quien se lo soplo a la oreja: un rebuzno.

Como toda caricatura, la de JRJ es exagerada, pero poeta y crítico como Luis Cernuda, que manifestaba estimación “considerable” por el quehacer de León
Felipe, no dudaba en recusar la peculiar poética del autor, cifrada en el imperativo moral de que la poesía debe transformar el mundo, en la capacidad
redentora del llanto, en la condición vicaria de Dios que el poeta posee y en su necesidad de cantar el amor y execrar la guerra, como profeta que es y como héroe, en el sentido quijotesco del término.
Lo señalaba Cernuda: era pedirle demasiado a la poesía, con olvido de lo esencial, esto es, la arquitectura verbal del poema, su naturaleza artística.
Sí, probablemente sea pedirle mucho a la poesía, incluso a la vida... ¿Y que hacemos entonces? ¿Odas a los grillos perfectamente rimadas?. García, ¿No sabías que a veces, sólo unas poquísimas veces, los poemas riman en asonante con nuestro espíritu, que siguen el ritmo y la métrica del alma?

(...) León Felipe ha tenido lectores; acaso, o en parte, y la observación no pretende ser maliciosa, por la cantidad de ganga extra literaria que acarrea su oesía

Verdaderamente no me gustaría estar cerca de García cuando pretenda ser malicioso.

Porque esa ganga existe: la altura moral del autor, la sostenida fidelidad a sus convicciones, su ejemplar trayectoria civil y personal, han retraído o atenuado los juicios adversos contra su poesía. Hay además en ésta un acento -y éste es un hecho textual- de sinceridad, de lealtad al pensamiento propio, que atenúa el radicalismo visionario y un tanto enloquecido del autor. Pero León Felipe, que comenzó en las filas del posmodernismo, se apartó de su propia tradición hasta extremos más que
peligrosos para el poeta, que no puede, o no debe, hacer tabla rasa de sus paternidades literarias, porque ese parricidio suele ser letal para sus propios
intereses. Y el caso es que el versículo y la prosa poemática del autor son extraños a la tradición nuestra
Y más extraño aun el poeta comprometido, lo que si es recurrente en nuestra tradición es el crítico necio.

Conmueven, sí, emocionan, agarran, pellizcan os versos de León Felipe sobre el dolor de los desterrados, sobre los muertos de los bombardeos de las ciudades durante la guerra, sobre los impulsos cainitas de la vida española, sobre la impiedad del vencedor, sobre el llanto de los exiliados y “el polvo de una casta/ perdida ya en la Historia para siempre”. Nos merecen profundo respeto esos y otros versos semejantes, pero no podemos por menos que deplorar cuanto hubo en ellos de renuncia del autor a las exigencias rítmicas, sintácticas imaginativas del poema.
Yo lo tuve que leer tres veces ¿Verdaderamente ha dicho eso!?: “ Nos merecen profundo respeto esos y otros versos semejantes, pero no podemos por menos que deplorar cuanto hubo en ellos de renuncia del autor a las exigencias rítmicas, sintácticas imaginativas del poema.” Sin comentarios, García. Di que sí, tú a lo tuyo.
Habla luego García de alguno poemas que si le gustan (“versos de factura pobre” llama a los que le gustan, “sin malicia” por supuesto)

(...) versos de factura pobre, pero hondos, que le dieron un espacio poético propio a su autor. Pero vino luego el poeta de “Drop a star”, el vate de los poemas civiles, el cantor quijotesco y prometeico; vino la ruptura con el ritmo de la lengua sustituido por el ritmo ideológico, y la subersión de la
composición poética sustuida por el sermón amorfo y la prédica desmañada
.
Nuestra preferencia va resueltamente por el primer León Felipe, humilde, casto de expresión, comunicativo, cordial, sentimental ma non troppo. El otro encarna, sobre todo, un testimonio histórico conmovedor, pero discutible como logro artístico.
Ese era su último párrafo, se ve a un García tan crecido, que se atreve hasta con el plural mayestático: “nuestra preferencia va...”
Sin embargo, “nos pensamos” que no hay un “primer” León Felipe, ni un segundo, ni tercero. Hay un poeta de cuerpo entero, de una sola pieza, forjado en el crisol de tiempos difíciles, y que, sin duda, salio como el oro. El tiempo lo pone en su lugar y su figura se agiganta con el tiempo, como las sombras cuando el día declina: “por sus frutos los conoceréis”.
Ese es el peligro de lanzar dardos contra la sombra de gigantes... tras la “critica no maliciosa”, a mi juicio, Felipe, queda como cabeza de León, y tu García, querido, como cola de ratón.
A mi personalmente me parece estupendo que la princesa este triste y que un suspiro se escape de su boca de fresa, pero lo que está grabado en mi corazón es aquella niñita que veia desde su ventana, su carita pegada al cristal.
León Felipe vivió tiempos convulsos, y entre escribir sobre “burritos peludos” y tomar su lugar, opto por lo segundo, seguro que tenía presente aquello del Apocalipsis:
“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”
León Felipe se propuso en su corazón no ser tibio, y sin duda, lo consiguió. Y tú ¿Eres un hombre o un ratón?

PD. García, querido, “la observación no pretende ser maliciosa”